LA
EDUCACIÓN MEDIA, UNA TRANSICIÓN A LA EDUCACIÓN TERCIARIA
Ponencia
presentada en el Foro Educativo Municipal de Lorica-Córdoba-Colombia en el año
2.013.
POR:
DOMINGO ESPITIA P.
El paso por el programa para la Excelencia Académica y Docente: “Todos
a aprender” del Ministerio
de Educación Nacional, ha permitido ampliar la visión que tenía sobre educación
y mirarla de forma retrospectiva y crítica, incluso más allá de la población
objetivo del programa en mención, que es la Básica Primaria, por la sencilla
razón de que cometemos, en la secundaria y en la media, los mismos
errores. Se hace evidente la distancia
entre la norma, referente de calidad, y la práctica de aula; se continúan
desarrollando clases por contenidos y no por procesos y competencias, existen grandes
vacíos en el desarrollo pleno de las competencias lectoras, escritoras y de
otras áreas, y no existe plena
conciencia, en directivos y docentes, del rol y la función con que se debe
asumir la educación media.
Si es ésta, la Educación Media, una etapa de transición
entre la colegio y la universidad, ¿por qué no se trabaja entonces enfocados en
un aprestamiento hacia la educación superior?, que reduzca la brecha
metodológica y didáctica que existe entre ambas y que explica, a todas luces, en
parte, el altísimo porcentaje de deserción y mortalidad académica durante los
tres primeros semestres del pregrado, que según estadísticas del mismo
Ministerio de Educación Nacional está cercano al 50%, es decir, que de cada cien estudiantes
que ingresan a las aulas en las distintas universidades del país, escasamente
algo más del 40% logra culminar sus estudios.
Es claro que, aunque la culpa en
esta problemática no es en gran medida solo de la educación media, porque
existen múltiples elementos a contemplar desde el interior de lo que ocurre en
las mismas universidades, si sería posible, adecuando el currículo de los
grados 10° y 11°, lograr incidir positivamente en esos resultados de deserción y mortalidad planteados.
UNA MIRADA DESDE EL CURRÍCULO
Pero analicemos un poco lo que pasa en la educación media.
Es muy posible que la única diferencia que encuentren los jóvenes entre la
Básica Secundaria y la Media, sea la existencia fatua de asignaturas como
química, física, filosofía, ciencias económicas y políticas, que entre otras
cosas, algunas de éstas deberían enseñarse desde grado 6°, o antes quizás; pero
del resto se enfrentan los jóvenes a las mismas metodologías de enseñanza, a la
misma didáctica, a las mismas exigencias de los grados anteriores, por cierto,
muy distintas a lo que encontrarán al llegar a la universidad, donde no solo es
diferente la mística del maestro, sino también las estrategias, la didáctica,
la forma de evaluar (sin querer significar con ello que sean mejores) y desde luego las exigencias. Encontrarse de
frente con este “mundo nuevo” cuando
no se tienen las competencias suficientes para enfrentarlo no puede producir en
los jóvenes, más que un seco sentimiento de frustración e impotencia.
Así las cosas se hace necesario avanzar en la definición y
adecuación de las dinámicas de aula planteadas en el currículo de los grados
10° y 11°. Abandonar la clase magistral para acceder a clases por competencias,
donde el estudiante sea el responsable de su propio proceso, en un ejercicio meta-cognitivo, autónomo y de autogestión.
Se debe incentivar el trabajo por guías de aprendizaje y por proyectos,
una sola de estas guías de aprendizaje propuestas podría abarcar una o varias
secuencias didácticas y ser desarrollado en un período ordinario de clases. De
igual forma es conveniente fomentar el trabajo en equipo y el aprendizaje
colaborativo, pues el trabajo en
estas pequeñas comunidades de aprendizaje, no solo afianzaría el
proceso, sino que son el diario vivir en las estrategias implementadas a nivel
universitario. Se hace preciso también
afinar la exigencia en los procesos
de lectura y escritura, donde el trabajo en producción textual debería
fundamentarse en la didáctica del ensayo
crítico y argumentativo. Deberían
los estudiantes de grado 11° tener la competencia suficiente ya para emprender
textos de buena altura, coherentes, claros y con buen manejo de la sintaxis y
la gramática; y siendo un poco más ambiciosos debería ser un requisito
de grado, en todas las instituciones educativas que éstos tuviesen que
presentar, para optar al título de bachilleres, un trabajo escrito, una
ponencia, un ensayo o un proyecto de investigación, que
debería ser asumido por las partes, estudiantes y maestros, con todo el
protocolo y el rigor necesario. Debería
estar superada ya en los grados 10° y 11° la concepción poco sana, en los
estudiantes, de la lectura como obligación, de la lectura para cumplir con una
nota o un deber académico, para comenzar a mirarla como la fuente inagotable
para acercarse al conocimiento, a la cualificación y a la precisión de los
conceptos de su interés. Es este un reto que deben afrontar los profesores
dentro de la dinámica de su trabajo con estos grados.
Fomentar la investigación en la Educación Media,
en la medida de las competencias y funciones propias de las instituciones
educativas y guardando todas las proporciones, más que una necesidad, más que
una necia pretensión, sería una buena forma de comenzar a abonar un camino que
ni las mismas universidades han sido capaces de afianzar. Es la investigación
el coco y la cenicienta en un país que se afana en recomponer la ruta, en
lograr la estabilidad y el crecimiento social y económico necesario. Este
fomento de la investigación propuesto en la educación media debe comprender un
poco más, para ser exigentes, que la simple enseñanza del proceso científico,
de los pasos que esta comprende y aventurarse en pequeñas propuestas de
investigación que puedan ser trabajadas con los materiales y recursos
que se tengan y apelando al apoyo de las universidades y de otras entidades de
carácter regional o nacional.
Si se proponen estrategias de trabajo diferente con los
jóvenes de los grados 10° y 11°, se debería considerar también lo evaluativo.
Habría que pensar en ajustes a los sistemas de evaluación institucionales con relación a estos grados, de tal suerte
que se conviertan en la herramienta precisa para valorar el desarrollo de los
procesos y las competencias de los mismos, afianzando el nivel de exigencia,
pero en ningún momento en contravía con los estándares de motivación, deserción
y mortalidad académica. Una consideración oportuna y honesta de estos tópicos
permitiría avanzar en la articulación, supuesta, entre la educación media y la
educación superior que podría comprender ideas como la valoración de los
estudiantes de grado 11° por semestres, por ciclos o por créditos educativos.
Se hace preciso que se reglamente la orientación profesional en
la educación media; esto contribuiría también a disminuir la cifra de deserción
y mortalidad académica de la educación superior. Es responsabilidad de la
institución orientar esta decisión en los jóvenes, nadie mejor que ellos para
conocer las fortalezas y debilidades en las competencias de los estudiantes. Un joven que se presenta a estudiar una
carrera de ingeniería, por ejemplo, que tiene notorios vacíos en matemática,
tiene muchas posibilidades de entrar a engrosar esta cifra de deserción, o uno
que se presente a estudiar una carrera de medicina con grandes vacíos en
biología y química correrá sin duda con la misma suerte. No podemos en las instituciones educativas
hacernos los de la vista gorda y dejar de cumplir con esta función.
UNA
MIRADA DESDE LAS COMPETENCIAS LABORALES
Se quiera o no, nos guste o no, vivimos en un mundo
globalizado, en una aldea a la que las tecnologías de la comunicación han hecho
parecer cada vez más pequeña, donde las fronteras parecen haberse quedado en
los mapas, cada vez compartimos más cosas y estamos más conectados, y no me
refiero precisamente a los mercados, que es desde luego un punto importante en
estos asuntos, sino también a aspectos de orden cultural, entre otros, y esto
ha de tener, sin duda, una implicación importante en la educación y más
concretamente en la educación media y superior.
Para empezar afirmémonos en la estadística del año 2011,
del DANE, donde plantea que de 120.000 bachilleres que arroja el país
anualmente, solo el 20% alcanza a llegar a la universidad, es decir tan solo un
poco más de 23. 000 estudiantes de este total, y qué pasa entonces con el
resto, que son la inmensa mayoría? Es evidente que el estado ha hecho esfuerzos
en aumentar la cobertura y ha definido estrategias de subsidio y crédito
blandos direccionados a los estratos 1 y 2, pero aun así sigue siendo mucho
mayor la demanda que la oferta.
Por lo planteado arriba se hace imperativo proponer planes y estrategias para estos
grados con relación a las oportunidades que tendrán estos chicos de ingresar al
mercado laboral. Esta reflexión debe partir desde luego del conocimiento del
entorno y de la región, conscientes de
que el desarrollo del país tiene, necesariamente, que ir amarrado o de la mano
del desarrollo local. Es esto lo que justifica la competitividad. Deben estar
claras en los Proyectos Educativos Institucionales cuáles son las necesidades
laborales del entorno, cuáles son las posibles fuentes de empleo, cuáles son
las oportunidades para generar iniciativas de carácter productivo. El énfasis
de las instituciones educativas debería estar articulado con la realidad de ese
entorno en lo que a lo laboral se refiere. Las muy de moda competencias laborales, deben
comenzar a ser una realidad en todas las instituciones educativas. Debería ser
una preocupación para un rector lo qué pasará con los 36 estudiantes de un
total de 40, para colocar un ejemplo concreto, que no alcanzarán a ingresar a
la universidad, qué será de ellos, a qué se dedicarán; ésto, pienso, hace parte de la función social
que cumplimos en la educación. Muy seguramente
de esos 36, para seguir con el ejemplo, dos (2) ingresaran a cursar estudios
técnicos, con buen fortuna, en el SENA; otros 3 cursarán estudios en otros
institutos de garaje y los restantes 31 están condenados a la buena de Dios,
negados en oportunidad para el estudio tendrán que apelar, como única opción, a
lo laboral; el problema es en qué condiciones?, con qué competencias?.
Preparar, en la media, a un estudiante con calidad, competente para enfrentarse
al mundo, para trabajar y seguir cualificándose a lo largo de su vida, es el
reto que tenemos en las instituciones educativas.
¿Pero, cuáles son esas competencias que debemos asegurar en
los jóvenes?
·
Uso y
apropiación de las TICS: No es errada la interpretación que circunda por ahí de considerar a quienes
no tengan estas competencias en los analfabetas de hoy día. Como mínimo,
debemos asegurarnos, en las instituciones educativas, que todo estudiante salga de grado 11° maneje
con propiedad programas básicos como Excel, Word y PowerPoint, además del
manejo de plataformas de Internet y de correos electrónicos.
·
Bilingüismo: El
nivel III, en la estandarización del inglés, según el SENA, llamado también
nivel Intermediate es el nivel
mínimo con el que deberían salir todos los bachilleres. En este nivel los
estudiantes están preparados para enfrentar diversas situaciones comunicativas
y pueden entender globalmente aunque cometan algunos errores. Es evidente que
quienes tienen estas competencias lograrán insertarse de mejor manera y más
prontamente al mercado laboral.
·
Formación
financiera: Estamos en deuda el país, desde hace buen rato,
de implementar la educación financiera básica.
Ésta debería darse en todas las instituciones no solamente en aquellas
cuya modalidad es comercial. Un joven que sale de bachiller con ciertas y
buenas nociones financieras y contables tendrá mayores probabilidades de
acceder al mercado laboral, amén de la necesidad en la vida diaria de manejar
este aspecto. Empezaríamos a ser sin duda,
los colombianos, mas ahorradores y más organizados.
·
Competencias
comunicativas: Pensadas desde lo laboral guardan más relación
con la capacidad para expresarse oralmente, para entablar conversaciones
pertinentes, para atender orientaciones, para dar respuestas oportunas de
manera verbal y por escrito, para sugerir ideas o para redactar informes, o a
ser asertivos al comunicarnos.
·
Liderazgo: Si no
se fomenta el liderazgo en la educación media estamos condenando a nuestros
jóvenes a ser rezagados de segunda línea, a ser siempre segundones. En un mundo tan competitivo esta formación en
liderazgo es fundamental. Nunca sobra un líder.
·
Formación
para el trabajo: Si la opción para nuestros jóvenes es el
trabajo deberíamos contribuir entonces en brindarles algún tipo de herramientas
que les permita acceder de mejor manera a ese mercado laboral. Un conocimiento
básico de ese mercado laboral, de sus condiciones, de los derechos, de los
deberes, de las políticas. O el simple
hecho de saber afrontar una entrevista de trabajo o saber llenar una hoja de
vida, aunque parezcan simples detalles sin importancia marcan la diferencia al
momento de conseguir un empleo.
·
Espacios
y escenarios institucionales para el desarrollo de competencias: Deberíamos
garantizar que la formación en la educación media fuera 50% teórica y 50%
práctica, y no hago referencia precisamente a las prácticas de química o
física, sino a espacios o escenarios reales o simulados, donde los jóvenes
pudiesen poner en prácticas sus competencias, como las arriba anotadas, donde
tuviesen que asumir roles y cumplir con funciones y cargos dentro de una
organización interna de la institución diseñada y pensada para tal fin. Esas funciones podrían ser actividades de la
misma institución como el manejo de la disciplina, de la comunicación interna,
de la logística en la organización de reuniones y eventos institucionales, de
la organización de otros eventos con la comunidad educativa, entre otras ideas
que se puedan dar. O bien podrían ser funciones relacionadas con un proyecto
institucional obligatorio u opcional, un proyecto de aula o un proyecto
productivo. En fin todos los espacios y
escenarios posibles que puedan ser utilizados para la evidencia y valoración de
las competencias de los estudiantes de educación media.
UNA
MIRADA DESDE EL EMPRENDIMIENTO
Comienzo por hacer una propuesta que espero no sea necia ni
impertinente, que consiste en que los recursos del “Fondo Emprender” puedan
llegar también, además del SENA, donde están encaminados, a apoyar los proyectos productivos que se
generen en la educación media. Es preciso buscar la forma de articular el SENA con los
procesos que se llevan en las instituciones educativas para que de esa forma se
pueda hacer viable que los jóvenes de estos grados puedan acceder también a
dichos recursos, lo que se convertiría en un invaluable apoyo para fomentar el emprendimiento
desde la educación media. Nada
podría jalonar mejor la competitividad de las regiones y del país que
desarrollar un plan de emprendimiento desde las mismas instituciones
educativas, por el sentido y la conexión directa que tienen con las
comunidades.
Una institución que le apunta al emprendimiento es una
institución que sabe leer su contexto, que conoce no solo sus potencialidades
sino también sus necesidades y que cree que desde el trabajo solidario, en
equipo y organizado se pueden mejorar las condiciones de vida de la comunidad. Quiero,
para concluir colocar un ejemplo concreto que ilustre este planteamiento. En los corregimientos de El Rodeo, San
Anterito y Candelaria Hacienda, del Municipio de Lorica, Córdoba, entre otros,
se da una gran producción de plátano.
Estos tres corregimientos surten la demanda de ciudades grandes como
Cartagena, Barranquilla y en parte Montería. En época invernal a los camiones
que recogen dicho producto se les hace imposible el ingreso hasta esos sitios
por las pésimas condiciones de la vía y una gran cantidad de esos plátanos
termina madurándose y convirtiéndose en alimento para cerdos y gallinas y otros
animales, pues en estas condiciones los compradores de este producto no lo
reciben. El plátano maduro termina, la
mayoría de las veces literalmente tirado, desperdiciado. Una Institución educativa de este sector que
haga una buena lectura de esta situación podría organizar un “Proyecto
productivo” que utilice esta materia prima, que sería obtenida a
bajísimo costo, lo que de entrada se convertiría en una ventaja competitiva.
Podrían pensar, entre otras opciones, en la producción de dulces o conservas o en la producción de vinagres y
aditamentos para las comidas. Se trata
precisamente de eso, de conocer el entorno y potencializar las posibilidades
que este ofrezca.
En todo caso, lo que sí es imprescindible, es volver a
pensar el rol de la educación media, el papel que esta debe cumplir en el
crecimiento sostenido del país y para lograr que estos jóvenes accedan en mayor
número a la educación superior y se inserten de mejor forma a la producción
nacional y al mercado laboral, desarrollando competencias que les permita
crecer y cualificarse permanentemente en cualquier condición en la que estén
sea como estudiantes o laboralmente.
Domingo Espitia P.
Santa Cruz de Lorica, septiembre 23 de 2013.