jueves, 18 de diciembre de 2014

LA EDUCACIÓN MEDIA, UNA TRANSICIÓN A LA EDUCACIÓN TERCIARIA


LA EDUCACIÓN MEDIA, UNA TRANSICIÓN A LA EDUCACIÓN TERCIARIA

Ponencia presentada en el Foro Educativo Municipal de Lorica-Córdoba-Colombia en el año 2.013.

POR: DOMINGO ESPITIA P.

El paso por el programa para la Excelencia Académica y Docente: “Todos a aprender” del Ministerio de Educación Nacional, ha permitido ampliar la visión que tenía sobre educación y mirarla de forma retrospectiva y crítica, incluso más allá de la población objetivo del programa en mención, que es la Básica Primaria, por la sencilla razón de que cometemos, en la secundaria y en la media, los mismos errores.  Se hace evidente la distancia entre la norma, referente de calidad, y la práctica de aula; se continúan desarrollando clases por contenidos y no por procesos y competencias, existen grandes vacíos en el desarrollo pleno de las competencias lectoras, escritoras y de otras áreas,  y no existe plena conciencia, en directivos y docentes,  del rol y la función con que se debe asumir  la educación media.

Si es ésta, la Educación Media, una etapa de transición entre la colegio y la universidad, ¿por qué no se trabaja entonces enfocados en un aprestamiento hacia la educación superior?, que reduzca la brecha metodológica y didáctica que existe entre ambas y que explica, a todas luces, en parte, el altísimo porcentaje de deserción y mortalidad académica durante los tres primeros semestres del pregrado, que según estadísticas del mismo Ministerio de Educación Nacional está cercano al  50%, es decir, que de cada cien estudiantes que ingresan a las aulas en las distintas universidades del país, escasamente algo más del 40% logra culminar sus estudios.  Es claro que, aunque la  culpa en esta problemática no es en gran medida solo de la educación media, porque existen múltiples elementos a contemplar desde el interior de lo que ocurre en las mismas universidades, si sería posible, adecuando el currículo de los grados 10° y 11°, lograr incidir positivamente en esos resultados de deserción  y mortalidad planteados.

UNA MIRADA DESDE EL CURRÍCULO

Pero analicemos un poco lo que pasa en la educación media. Es muy posible que la única diferencia que encuentren los jóvenes entre la Básica Secundaria y la Media, sea la existencia fatua de asignaturas como química, física, filosofía, ciencias económicas y políticas, que entre otras cosas, algunas de éstas deberían enseñarse desde grado 6°, o antes quizás; pero del resto se enfrentan los jóvenes a las mismas metodologías de enseñanza, a la misma didáctica, a las mismas exigencias de los grados anteriores, por cierto, muy distintas a lo que encontrarán al llegar a la universidad, donde no solo es diferente la mística del maestro, sino también las estrategias, la didáctica, la forma de evaluar (sin querer significar con ello que sean mejores)  y desde luego las exigencias. Encontrarse de frente con este “mundo nuevo” cuando no se tienen las competencias suficientes para enfrentarlo no puede producir en los jóvenes, más que un seco sentimiento de frustración e impotencia.

Así las cosas se hace necesario avanzar en la definición y adecuación de las dinámicas de aula planteadas en el currículo de los grados 10° y 11°. Abandonar la clase magistral para acceder a clases por competencias, donde el estudiante sea el responsable de su propio proceso, en un ejercicio meta-cognitivo, autónomo y de autogestión.  Se debe incentivar el trabajo por guías de aprendizaje y por proyectos, una sola de estas guías de aprendizaje propuestas podría abarcar una o varias secuencias didácticas y ser desarrollado en un período ordinario de clases. De igual forma es conveniente fomentar el trabajo en equipo y el aprendizaje colaborativo, pues el trabajo en  estas pequeñas comunidades de aprendizaje, no solo afianzaría el proceso, sino que son el diario vivir en las estrategias implementadas a nivel universitario.  Se hace preciso también afinar la exigencia en los  procesos de lectura y escritura, donde el trabajo en producción textual debería fundamentarse en la didáctica del ensayo crítico y argumentativo.  Deberían los estudiantes de grado 11° tener la competencia suficiente ya para emprender textos de buena altura, coherentes, claros y con buen manejo de la sintaxis y la gramática; y siendo un poco más ambiciosos debería ser un requisito de grado, en todas las instituciones educativas que éstos tuviesen que presentar, para optar al título de bachilleres, un trabajo escrito, una ponencia, un ensayo o un proyecto de investigación, que debería ser asumido por las partes, estudiantes y maestros, con todo el protocolo y el rigor necesario.  Debería estar superada ya en los grados 10° y 11° la concepción poco sana, en los estudiantes, de la lectura como obligación, de la lectura para cumplir con una nota o un deber académico, para comenzar a mirarla como la fuente inagotable para acercarse al conocimiento, a la cualificación y a la precisión de los conceptos de su interés. Es este un reto que deben afrontar los profesores dentro de la dinámica de su trabajo con estos grados.

Fomentar la investigación en la Educación Media, en la medida de las competencias y funciones propias de las instituciones educativas y guardando todas las proporciones, más que una necesidad, más que una necia pretensión, sería una buena forma de comenzar a abonar un camino que ni las mismas universidades han sido capaces de afianzar. Es la investigación el coco y la cenicienta en un país que se afana en recomponer la ruta, en lograr la estabilidad y el crecimiento social y económico necesario. Este fomento de la investigación propuesto en la educación media debe comprender un poco más, para ser exigentes, que la simple enseñanza del proceso científico, de los pasos que esta comprende y aventurarse en pequeñas propuestas de investigación que puedan ser trabajadas con los materiales y recursos que se tengan y apelando al apoyo de las universidades y de otras entidades de carácter regional o nacional.

Si se proponen estrategias de trabajo diferente con los jóvenes de los grados 10° y 11°, se debería considerar también lo evaluativo. Habría que pensar en ajustes a los sistemas de evaluación institucionales  con relación a estos grados, de tal suerte que se conviertan en la herramienta precisa para valorar el desarrollo de los procesos y las competencias de los mismos, afianzando el nivel de exigencia, pero en ningún momento en contravía con los estándares de motivación, deserción y mortalidad académica. Una consideración oportuna y honesta de estos tópicos permitiría avanzar en la articulación, supuesta, entre la educación media y la educación superior que podría comprender ideas como la valoración de los estudiantes de grado 11° por semestres, por ciclos  o por créditos educativos.

Se hace preciso que se reglamente la orientación profesional en la educación media; esto contribuiría también a disminuir la cifra de deserción y mortalidad académica de la educación superior. Es responsabilidad de la institución orientar esta decisión en los jóvenes, nadie mejor que ellos para conocer las fortalezas y debilidades en las competencias de los estudiantes.  Un joven que se presenta a estudiar una carrera de ingeniería, por ejemplo, que tiene notorios vacíos en matemática, tiene muchas posibilidades de entrar a engrosar esta cifra de deserción, o uno que se presente a estudiar una carrera de medicina con grandes vacíos en biología y química correrá sin duda con la misma suerte.  No podemos en las instituciones educativas hacernos los de la vista gorda y dejar de cumplir con esta función.

UNA MIRADA DESDE LAS COMPETENCIAS LABORALES
Se quiera o no, nos guste o no, vivimos en un mundo globalizado, en una aldea a la que las tecnologías de la comunicación han hecho parecer cada vez más pequeña, donde las fronteras parecen haberse quedado en los mapas, cada vez compartimos más cosas y estamos más conectados, y no me refiero precisamente a los mercados, que es desde luego un punto importante en estos asuntos, sino también a aspectos de orden cultural, entre otros, y esto ha de tener, sin duda, una implicación importante en la educación y más concretamente en la educación media y superior.
Para empezar afirmémonos en la estadística del año 2011, del DANE, donde plantea que de 120.000 bachilleres que arroja el país anualmente, solo el 20% alcanza a llegar a la universidad, es decir tan solo un poco más de 23. 000 estudiantes de este total, y qué pasa entonces con el resto, que son la inmensa mayoría? Es evidente que el estado ha hecho esfuerzos en aumentar la cobertura y ha definido estrategias de subsidio y crédito blandos direccionados a los estratos 1 y 2, pero aun así sigue siendo mucho mayor la demanda que la oferta.

Por lo planteado arriba se hace imperativo  proponer planes y estrategias para estos grados con relación a las oportunidades que tendrán estos chicos de ingresar al mercado laboral. Esta reflexión debe partir desde luego del conocimiento del entorno y de la  región, conscientes de que el desarrollo del país tiene, necesariamente, que ir amarrado o de la mano del desarrollo local. Es esto lo que justifica la competitividad. Deben estar claras en los Proyectos Educativos Institucionales cuáles son las necesidades laborales del entorno, cuáles son las posibles fuentes de empleo, cuáles son las oportunidades para generar iniciativas de carácter productivo. El énfasis de las instituciones educativas debería estar articulado con la realidad de ese entorno en lo que a lo laboral se refiere. Las muy de moda competencias laborales, deben comenzar a ser una realidad en todas las instituciones educativas. Debería ser una preocupación para un rector lo qué pasará con los 36 estudiantes de un total de 40, para colocar un ejemplo concreto, que no alcanzarán a ingresar a la universidad, qué será de ellos, a qué se dedicarán;  ésto, pienso, hace parte de la función social que cumplimos en la educación.  Muy seguramente de esos 36, para seguir con el ejemplo, dos (2) ingresaran a cursar estudios técnicos, con buen fortuna, en el SENA; otros 3 cursarán estudios en otros institutos de garaje y los restantes 31 están condenados a la buena de Dios, negados en oportunidad para el estudio tendrán que apelar, como única opción, a lo laboral; el problema es en qué condiciones?, con qué competencias?. Preparar, en la media, a un estudiante con calidad, competente para enfrentarse al mundo, para trabajar y seguir cualificándose a lo largo de su vida, es el reto que tenemos en las instituciones educativas.

¿Pero, cuáles son esas competencias que debemos asegurar en los jóvenes?

·         Uso y apropiación de las TICS: No es errada la interpretación  que circunda por ahí de considerar a quienes no tengan estas competencias en los analfabetas de hoy día. Como mínimo, debemos asegurarnos, en las instituciones educativas,  que todo estudiante salga de grado 11° maneje con propiedad programas básicos como Excel, Word y PowerPoint, además del manejo de plataformas de Internet y de correos electrónicos.

·         Bilingüismo: El nivel III, en la estandarización del inglés, según el SENA, llamado también nivel  Intermediate es el nivel mínimo con el que deberían salir todos los bachilleres. En este nivel los estudiantes están preparados para enfrentar diversas situaciones comunicativas y pueden entender globalmente aunque cometan algunos errores. Es evidente que quienes tienen estas competencias lograrán insertarse de mejor manera y más prontamente al mercado laboral.


·         Formación financiera: Estamos en deuda el país, desde hace buen rato, de implementar la educación financiera básica.  Ésta debería darse en todas las instituciones no solamente en aquellas cuya modalidad es comercial. Un joven que sale de bachiller con ciertas y buenas nociones financieras y contables tendrá mayores probabilidades de acceder al mercado laboral, amén de la necesidad en la vida diaria de manejar este aspecto.  Empezaríamos a ser sin duda, los colombianos, mas ahorradores y más organizados.
·         Competencias comunicativas: Pensadas desde lo laboral guardan más relación con la capacidad para expresarse oralmente, para entablar conversaciones pertinentes, para atender orientaciones, para dar respuestas oportunas de manera verbal y por escrito, para sugerir ideas o para redactar informes, o a ser asertivos al comunicarnos.

·         Liderazgo: Si no se fomenta el liderazgo en la educación media estamos condenando a nuestros jóvenes a ser rezagados de segunda línea, a ser siempre segundones.  En un mundo tan competitivo esta formación en liderazgo es fundamental. Nunca sobra un líder.


·         Formación para el trabajo: Si la opción para nuestros jóvenes es el trabajo deberíamos contribuir entonces en brindarles algún tipo de herramientas que les permita acceder de mejor manera a ese mercado laboral. Un conocimiento básico de ese mercado laboral, de sus condiciones, de los derechos, de los deberes, de las políticas.  O el simple hecho de saber afrontar una entrevista de trabajo o saber llenar una hoja de vida, aunque parezcan simples detalles sin importancia marcan la diferencia al momento de conseguir un empleo.

·         Espacios y escenarios institucionales para el desarrollo de competencias: Deberíamos garantizar que la formación en la educación media fuera 50% teórica y 50% práctica, y no hago referencia precisamente a las prácticas de química o física, sino a espacios o escenarios reales o simulados, donde los jóvenes pudiesen poner en prácticas sus competencias, como las arriba anotadas, donde tuviesen que asumir roles y cumplir con funciones y cargos dentro de una organización interna de la institución diseñada y pensada para tal fin.  Esas funciones podrían ser actividades de la misma institución como el manejo de la disciplina, de la comunicación interna, de la logística en la organización de reuniones y eventos institucionales, de la organización de otros eventos con la comunidad educativa, entre otras ideas que se puedan dar. O bien podrían ser funciones relacionadas con un proyecto institucional obligatorio u opcional, un proyecto de aula o un proyecto productivo.  En fin todos los espacios y escenarios posibles que puedan ser utilizados para la evidencia y valoración de las competencias de los estudiantes de educación media.


UNA MIRADA DESDE EL EMPRENDIMIENTO

Comienzo por hacer una propuesta que espero no sea necia ni impertinente, que consiste en que los recursos del “Fondo Emprender” puedan llegar también, además del SENA, donde están encaminados,  a apoyar los proyectos productivos que se generen en la educación media. Es preciso buscar  la forma de articular el SENA con los procesos que se llevan en las instituciones educativas para que de esa forma se pueda hacer viable que los jóvenes de estos grados puedan acceder también a dichos recursos, lo que se convertiría en un invaluable apoyo para fomentar el emprendimiento desde la educación media.  Nada podría jalonar mejor la competitividad de las regiones y del país que desarrollar un plan de emprendimiento desde las mismas instituciones educativas, por el sentido y la conexión directa que tienen con las comunidades.

Una institución que le apunta al emprendimiento es una institución que sabe leer su contexto, que conoce no solo sus potencialidades sino también sus necesidades y que cree que desde el trabajo solidario, en equipo y organizado se pueden mejorar las condiciones de vida de la comunidad. Quiero, para concluir colocar un ejemplo concreto que ilustre este planteamiento.  En los corregimientos de El Rodeo, San Anterito y Candelaria Hacienda, del Municipio de Lorica, Córdoba, entre otros, se da una gran producción de plátano.  Estos tres corregimientos surten la demanda de ciudades grandes como Cartagena, Barranquilla y en parte Montería. En época invernal a los camiones que recogen dicho producto se les hace imposible el ingreso hasta esos sitios por las pésimas condiciones de la vía y una gran cantidad de esos plátanos termina madurándose y convirtiéndose en alimento para cerdos y gallinas y otros animales, pues en estas condiciones los compradores de este producto no lo reciben.  El plátano maduro termina, la mayoría de las veces literalmente tirado, desperdiciado.  Una Institución educativa de este sector que haga una buena lectura de esta situación podría organizar un “Proyecto productivo” que utilice esta materia prima, que sería obtenida a bajísimo costo, lo que de entrada se convertiría en una ventaja competitiva. Podrían pensar, entre otras opciones, en la producción de dulces o  conservas o en la producción de vinagres y aditamentos para las comidas.  Se trata precisamente de eso, de conocer el entorno y potencializar las posibilidades que este ofrezca.

En todo caso, lo que sí es imprescindible, es volver a pensar el rol de la educación media, el papel que esta debe cumplir en el crecimiento sostenido del país y para lograr que estos jóvenes accedan en mayor número a la educación superior y se inserten de mejor forma a la producción nacional y al mercado laboral, desarrollando competencias que les permita crecer y cualificarse permanentemente en cualquier condición en la que estén sea como estudiantes o laboralmente.

Domingo Espitia P.

Santa Cruz de Lorica, septiembre 23 de 2013.

martes, 25 de noviembre de 2014

EN LA RUTA DE LA EXCELENCIA

EN LA RUTA DE LA EXCELENCIA.
(Relato Pedagógico)
Por: Domingo G. Espitia.

“Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía”
Jhon Ruskín

Podría resultar normal, para cualquier tutor,  que después de acompañar a una Institución Educativa en sus procesos de cualificación docente y académica durante dos o más años continuos empiece a experimentar lo que algunos expertos llaman “El síndrome de burnout, que no es otra cosa distinta – dicho en palabras castizas- que el síndrome del quemado, es decir,  del profesional (para nuestro caso el docente) que siente que ya lo ha dado todo y que no tiene más para ofrecer, con las detestables implicaciones emocionales y de autoestima que ello conlleva.  Esto, para echarle más sal a la herida, podría estar ocurriendo en doble sentido: del tutor frente a la institución acompañada, o del docente focalizado frente al programa e, incluso, frente a su labor diaria.
Pero, ¿qué puede incidir para que se llegue a tal situación?. Fidalgo Vega (2.006) plantea que este problema es ocasionado por la exposición a estresores laborales, cansancio emocional, despersonalización y baja realización personal. Sentir, por ejemplo, que no se avanza en el proceso de mejoramiento con los docentes acompañados, que se está aún lejos de la meta propuesta, que se cierra el abanico de posibilidades y estrategias para motivar a los docentes (o automotivarse uno mismo) o que cada acción adelantada o ejecutada con los docentes de las comunidades de aprendizaje no cumple con las expectativas previstas, podría explicar, al menos un poco, lo arriba expuesto.
Pues bien, contextualizado a grandes rasgos el asunto e identificado el problema es preciso plantear entonces la pregunta del millón: ¿qué se puede hacer para evitar caer en el síndrome de burnout?, partiendo de la consideración que es más importante siempre lo preventivo que lo paliativo.  Interrogante este que se dejará simplemente planteado, por lo pronto, pero que con toda seguridad se retomará más adelante; ésto, con la intención de hacer algunas obligadas precisiones.
La primera de ellas es que no es este un ejercicio de escritura de estricta condición autobiográfica; les ahorro, de paso, con esta afirmación que lleguen a la lógica deducción de creer que ha sufrido el autor del texto del síndrome en mención; de hecho, he estado por fortuna lejos de ello, pero no de la preocupación de padecerlo en cualquier momento, que es, en suma, la motivación principal para escribir sobre el tema.
 La segunda, y no menos importante, es personalizar un poco la contextualización de las ideas planteadas, en el sentido de dar a conocer que esta reflexión surge, básicamente, de la valoración, muy objetiva, del acompañamiento realizado a la Institución Educativa Paulo VI de la ciudad de Lorica, Córdoba, en la que he alcanzado a desempeñar, desde hace tres años, el rol de tutor del programa Todos a Aprender, del Ministerio de Educación Nacional.  En esta institución, como muy seguramente en las demás instituciones educativas focalizadas del país, se han desarrollado importantes acciones, desde la estructura formativa propuesta por el programa que comprende algunos componentes básicos como son: el componente pedagógico, el componente de formación situada, el de gestión educativa y el componente de condiciones básicas.
Los objetivos a alcanzar, tanto en la institución objeto de este análisis, de manera personal, como a nivel del programa han estado siempre claros desde un principio, los cuales más que buscar que un porcentaje importante de estudiantes (25% para ser más exactos) migren de los niveles más bajos de desempeño en las pruebas de estado, hacia los dos niveles más altos, pretende que, a sabiendas de que no es una tarea del todo fácil, se comience a consolidar en las instituciones educativas una cultura del mejoramiento continuo, o, como bien lo ha planteado la nueva gestión ministerial: “de la excelencia docente y académica”. Cabe anotar, al respecto, que en buena hora se incluye el tema de la excelencia (de forma decidida y sin tapujos) en el discurso educativo nacional, puesto que, se supone como algo obvio que no se pueda llegar a un determinado punto si no se ha planteado siquiera, antes, como una meta, y que en este momento sea este el discurso que se maneja en la agenda del Ministerio de Educación Nacional da entender que es una meta a la que se quiere llegar sin reversa alguna.
Si bien es cierto, que en la gestión de acompañamiento a las Instituciones Educativas se siguen algunas directrices del programa que se convierten en un patrón; es también innegable que cada institución, como consecuencia de su dinámica propia y sus particularidades, va definiendo su “ruta de mejoramiento”, su propia bitácora de calidad, que hace, finalmente, que avancen, de igual manera, a su propio ritmo, alguna más que otras, como ocurre, haciendo la analogía, con los niños y niñas en un aula de clase, una característica, en última instancia, de la condición humana.
Coadyuvar para que los procesos educativos adelantados, en el marco del programa y fuera de él, en la Institución Educativa Paulo VI afiancen el mejoramiento buscado, ha sido, desde siempre, un reto propuesto de manera decidida en este rol de tutor, que ha contado con la buena fortuna de trabajar con un Rector significativamente comprometido con los procesos de calidad, admirablemente cualificado y con una disciplina y organización de reconocida eficiencia; encontrar, de igual manera, a unos y unas docentes que, a pesar de la edad (en la mayoría de ellos) y de pertenecer al viejo estatuto han acogido con la mejor actitud posible el programa y demuestran, en el día a día de su labor, un grado alto de compromiso y de búsqueda permanente de la calidad en todos los procesos llevados en sus aulas de clase.
En la Institución Educativa en mención se ha llevado a cabo el proceso de acompañamiento cumpliendo, en un porcentaje signifivativo, con las acciones propuestas en el programa: planeación de clases, uso de los materiales educativos, uso pedagógico de los resultados de evaluación, acompañamiento a la gestión educativa, entre otros; buscando siempre que cada una de estas acciones o estrategias se convirtiera en la punta de lanza, en el detonante que disparara el mejoramiento buscado a través del empoderamiento de los docentes;  no obstante,  ninguna de ellas alcanzó el impacto que la Formación Autónoma ha alcanzado. La realización, a la fecha, de dos jornadas de formación, con la participación importante de todo el colectivo docente, donde se observa a maestros facultados y comprometidos con su cualificación, participando activamente y de forma voluntaria, compartiendo sus saberes, documentándose acerca de un determinado tema, o cumpliendo finalmente con los productos solicitados dan cuenta, sin duda alguna, de que se está en el camino correcto, y que estas actividades de autoformación confirman que la Institución Educativa Paulo VI emprendió, de manera definiva, su propio camino hacia la excelencia académica y docente.
Pero, qué tiene que ver todo esto con el efecto burnout? (Retomo, como se había señalado, el tema inicial).  Sencillo: el haber encontrado una actividad o estrategia que motive y comprometa a todo el equipo docente, que aclare los objetivos, que afianze la confianza, que dinamice el trabajo colaborativo y haga evidente la intención decidida de todos por mejorar, es, en suma, un mecanismo para evitar padecer dicho síndrome, y mejor aún, para lograr aclarar la ruta de la Institución Educativa hacia la calidad.
El asunto es que, palabras más, palabras menos, en la medida que se logren desarrollar actividades que les resulten pertinentes y significativamente motivantes a los docentes, como ocurre en la Institución Educativa Paulo VI, se estará afianzando de manera considerable el fortalecimiento de los procesos educativos que llevarán a la misma al nivel de calidad buscado, que es lo que se ha venido evidenciando en la institución en mención durante los últimos acompañamientos y en la implementación del “Plan de Formación Autónoma Institucional”.

La estrategia sugerida entonces, para finalizar, comprende algunos criterios que se deben tener en cuenta durante los acompañamientos con el fin de dinamizar los procesos, de evitar padecer el síndrome de burnout y de encontrar la anhelada ruta de la excelencia académica, entre estos podemos destacar los siguientes:
- Objetivos: debe existir claridad permanente acerca de los objetivos que se persiguen y total sintonía entre los objetivos personales, los de la institución, los del programa y los del país. Además de estar claros, estos objetivos deben ser conocidos por todos.
- Enfoque: existiendo claridad en lo buscado, en las metas propuestas, se debe mantener permanentemente el enfoque en las mismas; cada decisión y cada acción que se emprenda ha de partir de esa consideración; es decir no perder de vista hacia donde queremos ir.
- Liderazgo: tres (3) tipos de liderazgo se deben afianzar en la institución educativa: el del Rector, como cabeza visible y fundamental del proceso; el del Tutor, como motivador y dimamizador de las estrategias; y finalmente, el de algunos docentes, que se conviertan en un bastión de apoyo. Estos tres liderazgos afianzados contribuirán enormemente en la buena marcha del proceso y los logros buscados.
- Motivación: aunque es un criterio al que le ha faltado mayor atención por parte del programa; es fundamental que se repiensen las acciones y estrategias que se pueden llegar a implementar para mantener de forma importante la motivación en el docente.
-Retroalimentación: la revisión constante de lo que se hace, su valoración objetiva, libre de justificaciones malsanas y subjetivismos nos lleva a replantaer las acciones o tomar decisiones de mejora durante el proceso.
Confianza: confianza en el proceso, confianza en el maestro, confianza en lo que se hace; es determinte para que se consoliden las acciones y estrategias adelantadas.
-Mentalidad y discurso: los logros en cualquier empresa que se emprenda dependen, en gran medida de la actitud, de creer que es posible alcanzar las metas propuestas y de que exista uniformidad en los discursos de todos los actores.  Es necesario que si se persigue la excelencia académica y docente en las instituciones educativas, ésta, haga parte del discurso de cada docente, de cada estudiante, del personal administrativo, de los padres de familia y, desde luego, de los directivos.

Estar atentos al cumplimiento de estas sugerencias podría significar, como ya se mencionó, espantar al síndrome de “burnout, fortalecer los procesos y encontrar la “ruta propia de cada Establecimiento Educativo hacia la excelencia”.



Domingo Espitia P.
Tutor Programa para la Excelencia Docente y Académica “Todos a Aprender”
Lic. En Español y Literatura
Esp. En Planeación Educativa y Planes de Desarrollo.
Lorica, Córdoba
Noviembre de 2.014

Comentarios y sugerencias a: dynfever@gmail.com