martes, 25 de noviembre de 2014

EN LA RUTA DE LA EXCELENCIA

EN LA RUTA DE LA EXCELENCIA.
(Relato Pedagógico)
Por: Domingo G. Espitia.

“Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía”
Jhon Ruskín

Podría resultar normal, para cualquier tutor,  que después de acompañar a una Institución Educativa en sus procesos de cualificación docente y académica durante dos o más años continuos empiece a experimentar lo que algunos expertos llaman “El síndrome de burnout, que no es otra cosa distinta – dicho en palabras castizas- que el síndrome del quemado, es decir,  del profesional (para nuestro caso el docente) que siente que ya lo ha dado todo y que no tiene más para ofrecer, con las detestables implicaciones emocionales y de autoestima que ello conlleva.  Esto, para echarle más sal a la herida, podría estar ocurriendo en doble sentido: del tutor frente a la institución acompañada, o del docente focalizado frente al programa e, incluso, frente a su labor diaria.
Pero, ¿qué puede incidir para que se llegue a tal situación?. Fidalgo Vega (2.006) plantea que este problema es ocasionado por la exposición a estresores laborales, cansancio emocional, despersonalización y baja realización personal. Sentir, por ejemplo, que no se avanza en el proceso de mejoramiento con los docentes acompañados, que se está aún lejos de la meta propuesta, que se cierra el abanico de posibilidades y estrategias para motivar a los docentes (o automotivarse uno mismo) o que cada acción adelantada o ejecutada con los docentes de las comunidades de aprendizaje no cumple con las expectativas previstas, podría explicar, al menos un poco, lo arriba expuesto.
Pues bien, contextualizado a grandes rasgos el asunto e identificado el problema es preciso plantear entonces la pregunta del millón: ¿qué se puede hacer para evitar caer en el síndrome de burnout?, partiendo de la consideración que es más importante siempre lo preventivo que lo paliativo.  Interrogante este que se dejará simplemente planteado, por lo pronto, pero que con toda seguridad se retomará más adelante; ésto, con la intención de hacer algunas obligadas precisiones.
La primera de ellas es que no es este un ejercicio de escritura de estricta condición autobiográfica; les ahorro, de paso, con esta afirmación que lleguen a la lógica deducción de creer que ha sufrido el autor del texto del síndrome en mención; de hecho, he estado por fortuna lejos de ello, pero no de la preocupación de padecerlo en cualquier momento, que es, en suma, la motivación principal para escribir sobre el tema.
 La segunda, y no menos importante, es personalizar un poco la contextualización de las ideas planteadas, en el sentido de dar a conocer que esta reflexión surge, básicamente, de la valoración, muy objetiva, del acompañamiento realizado a la Institución Educativa Paulo VI de la ciudad de Lorica, Córdoba, en la que he alcanzado a desempeñar, desde hace tres años, el rol de tutor del programa Todos a Aprender, del Ministerio de Educación Nacional.  En esta institución, como muy seguramente en las demás instituciones educativas focalizadas del país, se han desarrollado importantes acciones, desde la estructura formativa propuesta por el programa que comprende algunos componentes básicos como son: el componente pedagógico, el componente de formación situada, el de gestión educativa y el componente de condiciones básicas.
Los objetivos a alcanzar, tanto en la institución objeto de este análisis, de manera personal, como a nivel del programa han estado siempre claros desde un principio, los cuales más que buscar que un porcentaje importante de estudiantes (25% para ser más exactos) migren de los niveles más bajos de desempeño en las pruebas de estado, hacia los dos niveles más altos, pretende que, a sabiendas de que no es una tarea del todo fácil, se comience a consolidar en las instituciones educativas una cultura del mejoramiento continuo, o, como bien lo ha planteado la nueva gestión ministerial: “de la excelencia docente y académica”. Cabe anotar, al respecto, que en buena hora se incluye el tema de la excelencia (de forma decidida y sin tapujos) en el discurso educativo nacional, puesto que, se supone como algo obvio que no se pueda llegar a un determinado punto si no se ha planteado siquiera, antes, como una meta, y que en este momento sea este el discurso que se maneja en la agenda del Ministerio de Educación Nacional da entender que es una meta a la que se quiere llegar sin reversa alguna.
Si bien es cierto, que en la gestión de acompañamiento a las Instituciones Educativas se siguen algunas directrices del programa que se convierten en un patrón; es también innegable que cada institución, como consecuencia de su dinámica propia y sus particularidades, va definiendo su “ruta de mejoramiento”, su propia bitácora de calidad, que hace, finalmente, que avancen, de igual manera, a su propio ritmo, alguna más que otras, como ocurre, haciendo la analogía, con los niños y niñas en un aula de clase, una característica, en última instancia, de la condición humana.
Coadyuvar para que los procesos educativos adelantados, en el marco del programa y fuera de él, en la Institución Educativa Paulo VI afiancen el mejoramiento buscado, ha sido, desde siempre, un reto propuesto de manera decidida en este rol de tutor, que ha contado con la buena fortuna de trabajar con un Rector significativamente comprometido con los procesos de calidad, admirablemente cualificado y con una disciplina y organización de reconocida eficiencia; encontrar, de igual manera, a unos y unas docentes que, a pesar de la edad (en la mayoría de ellos) y de pertenecer al viejo estatuto han acogido con la mejor actitud posible el programa y demuestran, en el día a día de su labor, un grado alto de compromiso y de búsqueda permanente de la calidad en todos los procesos llevados en sus aulas de clase.
En la Institución Educativa en mención se ha llevado a cabo el proceso de acompañamiento cumpliendo, en un porcentaje signifivativo, con las acciones propuestas en el programa: planeación de clases, uso de los materiales educativos, uso pedagógico de los resultados de evaluación, acompañamiento a la gestión educativa, entre otros; buscando siempre que cada una de estas acciones o estrategias se convirtiera en la punta de lanza, en el detonante que disparara el mejoramiento buscado a través del empoderamiento de los docentes;  no obstante,  ninguna de ellas alcanzó el impacto que la Formación Autónoma ha alcanzado. La realización, a la fecha, de dos jornadas de formación, con la participación importante de todo el colectivo docente, donde se observa a maestros facultados y comprometidos con su cualificación, participando activamente y de forma voluntaria, compartiendo sus saberes, documentándose acerca de un determinado tema, o cumpliendo finalmente con los productos solicitados dan cuenta, sin duda alguna, de que se está en el camino correcto, y que estas actividades de autoformación confirman que la Institución Educativa Paulo VI emprendió, de manera definiva, su propio camino hacia la excelencia académica y docente.
Pero, qué tiene que ver todo esto con el efecto burnout? (Retomo, como se había señalado, el tema inicial).  Sencillo: el haber encontrado una actividad o estrategia que motive y comprometa a todo el equipo docente, que aclare los objetivos, que afianze la confianza, que dinamice el trabajo colaborativo y haga evidente la intención decidida de todos por mejorar, es, en suma, un mecanismo para evitar padecer dicho síndrome, y mejor aún, para lograr aclarar la ruta de la Institución Educativa hacia la calidad.
El asunto es que, palabras más, palabras menos, en la medida que se logren desarrollar actividades que les resulten pertinentes y significativamente motivantes a los docentes, como ocurre en la Institución Educativa Paulo VI, se estará afianzando de manera considerable el fortalecimiento de los procesos educativos que llevarán a la misma al nivel de calidad buscado, que es lo que se ha venido evidenciando en la institución en mención durante los últimos acompañamientos y en la implementación del “Plan de Formación Autónoma Institucional”.

La estrategia sugerida entonces, para finalizar, comprende algunos criterios que se deben tener en cuenta durante los acompañamientos con el fin de dinamizar los procesos, de evitar padecer el síndrome de burnout y de encontrar la anhelada ruta de la excelencia académica, entre estos podemos destacar los siguientes:
- Objetivos: debe existir claridad permanente acerca de los objetivos que se persiguen y total sintonía entre los objetivos personales, los de la institución, los del programa y los del país. Además de estar claros, estos objetivos deben ser conocidos por todos.
- Enfoque: existiendo claridad en lo buscado, en las metas propuestas, se debe mantener permanentemente el enfoque en las mismas; cada decisión y cada acción que se emprenda ha de partir de esa consideración; es decir no perder de vista hacia donde queremos ir.
- Liderazgo: tres (3) tipos de liderazgo se deben afianzar en la institución educativa: el del Rector, como cabeza visible y fundamental del proceso; el del Tutor, como motivador y dimamizador de las estrategias; y finalmente, el de algunos docentes, que se conviertan en un bastión de apoyo. Estos tres liderazgos afianzados contribuirán enormemente en la buena marcha del proceso y los logros buscados.
- Motivación: aunque es un criterio al que le ha faltado mayor atención por parte del programa; es fundamental que se repiensen las acciones y estrategias que se pueden llegar a implementar para mantener de forma importante la motivación en el docente.
-Retroalimentación: la revisión constante de lo que se hace, su valoración objetiva, libre de justificaciones malsanas y subjetivismos nos lleva a replantaer las acciones o tomar decisiones de mejora durante el proceso.
Confianza: confianza en el proceso, confianza en el maestro, confianza en lo que se hace; es determinte para que se consoliden las acciones y estrategias adelantadas.
-Mentalidad y discurso: los logros en cualquier empresa que se emprenda dependen, en gran medida de la actitud, de creer que es posible alcanzar las metas propuestas y de que exista uniformidad en los discursos de todos los actores.  Es necesario que si se persigue la excelencia académica y docente en las instituciones educativas, ésta, haga parte del discurso de cada docente, de cada estudiante, del personal administrativo, de los padres de familia y, desde luego, de los directivos.

Estar atentos al cumplimiento de estas sugerencias podría significar, como ya se mencionó, espantar al síndrome de “burnout, fortalecer los procesos y encontrar la “ruta propia de cada Establecimiento Educativo hacia la excelencia”.



Domingo Espitia P.
Tutor Programa para la Excelencia Docente y Académica “Todos a Aprender”
Lic. En Español y Literatura
Esp. En Planeación Educativa y Planes de Desarrollo.
Lorica, Córdoba
Noviembre de 2.014

Comentarios y sugerencias a: dynfever@gmail.com

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