INCIDENCIA
DE LA ESTIMULACIÓN TEMPRANA EN LA FORMACIÓN DE NIÑOS LECTORES
A Danna
Fernanda, Andrea Carolina y María José, gotitas de luz.
Los hijos, y de hecho todos los niños, son un milagro de
Dios y la naturaleza. Son, en
definitiva, quienes heredarán, algún día, esta cada vez más pequeña aldea
llamada mundo que hoy manejamos los adultos. Es un ciclo que se ha repetido y
se seguirá repitiendo a través del tiempo, por los siglos de los siglos. Tener consciencia de ello permite a los
padres y a los docentes, en general, aprovechar, de manera efectiva, esos años,
en la formación del niño, en donde se presentan las mejores condiciones para
propiciar situaciones estimulantes que cimienten en ellos unas buenas bases
cognitivas, afectivas, motrices, comunicativas, entre otras, fundamentales en
su desarrollo posterior como adultos competentes.
Dentro de esa formación integral del niño, el aspecto
comunicativo y todas las habilidades que lo configuran juegan un papel relevante,
y dentro de estas la lectura que se termina convirtiendo en una habilidad
importante de construcción de significación y conocimiento. Un niño con buena formación lectora presenta
ventajas evidentes sobre los demás en su proceso de aprendizaje. De ahí la importancia de que se aprovechen,
como ya fue mencionado, los primeros
años de vida del niño. Regidor R. (2003) afirma que “el niño, por su propia
naturaleza, cuenta con unos períodos críticos o períodos sensitivos, en los que
está sorprendentemente predispuesto a
aprender y recibir una serie de estímulos. Incluso, antes de nacer puede ya
realizarse una estimulación del bebé”.
Este período entonces como se plantea tiene una importancia
incuestionable en el proceso de
formación, de donde se desprende la sugerencia de que los neonatos sean
estimulados adecuadamente con el fin de potencializar el desarrollo de sus habilidades
comunicativas y de lectura.
“Los niños que se desarrollan y crecen en el seno de
familias y ambientes ricos en estímulos (experiencias variadas y útiles) tienen
generalmente un desarrollo físico más armonioso, manifiestan un mejor
desarrollo mental, una estructura cognitiva más sólida, son más sociables,
poseen un mejor lenguaje, además de la posibilidad de tener más éxito en sus
estudios y un futuro más esperanzador1. Este tipo de estimulación es conocida, en términos generales, con el nombre de “Estimulación precoz” o “Estimulación temprana”, haciendo referencia en ambos, a los estímulos que recibe el niño durante los primeros años de vida, a lo cual no se le asignará importancia en esta disertación, puesto que lo que interesa no es tanto el cómo se le llame, sino, ¿desde qué momento se puede decir que comienza la estimulación temprana?.
1.
SARMIENTO, Inés,
“Estimulación Temprana, Universidad Santo Tomás de Bogotá, 1.990, p.33-
Al respecto hay que tener en cuenta que la psicología del desarrollo y
los autores que tienen trabajos sobre el tema, sin excepción, consideran que
esta comienza desde el momento del nacimiento hasta los seis años de vida del
niño, ante lo cual surge el primer
desacuerdo, pues es indudable que aún desde el vientre materno se puede lograr
estimular, de forma efectiva, al feto en formación, y muy por encima de esto está
la consideración de que el mejor estímulo posible que se le puede brindar a ese
ser en formación, dentro del útero
aún, es el afecto, manifestado a través de la madre, pero del que debería
participar, sin duda alguna, también el padre, con expresiones de cariño tanto
hacia la futura madre como hacia bebé en gestación.
Juan Nacimiento, pediatra y psicólogo (1.977), plantea
acerca del término educación precoz que
ésta encierra dos aspectos esenciales: uno, el de la estimulación, referente a
cómo controlar el ambiente en que se desenvuelve el niño, específicamente con el objetivo de optimizar
su desarrollo para que logre la máxima expresión de sus potencialidades
sico-intelectuales, propiciando un clima emocional positivo, un adecuado ajuste
social y una forma organizada de brindarle información a sus sentidos, tratando
de ajustar los ofrecimientos de estimulación a su verdadera capacidad de captar
y analizar, teniendo en cuenta sus diferencias individuales, gustos y
preferencias, y en esa forma lograr un equilibrio adecuado que le posibilite un
desarrollo integral de su personalidad.
El segundo aspecto a considerar, es entonces, el momento de iniciar este
procedimiento, y como su nombre lo indica (precoz) ha de ponerse en marcha lo
antes posible, desde el nacimiento, o en las primeras etapas de la vida,
aunque, generalmente, se engloban dentro de esta terminología a los
procedimientos de estímulo realizados a niños menores de cinco años.
El médico especialista en medicina física y de
rehabilitación, Gustavo Vega (Sociedad de Pediatría de Bogotá) define la estimulación temprana como la
aplicación multisensorial que se le realiza al niño, desde que nace hasta la
etapa de mayor maduración del sistema nervioso central (tres o cuatro años),
donde a través de la actividad reflejada se le da paso a una actividad
voluntaria, por parte del bebé.
Por otro lado, desde lo académico, Aurora Flórez,
licenciada perteneciente al grupo de Investigación en Desarrollo Mental, en
Bogotá, define la estimulación temprana como el ofrecer constantemente al niño, desde que nace, oportunidades para
relacionarse con el mundo que le rodea, empezando con su propia familia y con
las personas que, temporal o permanentemente, se encargan de su cuidado. Destaca Aurora Flórez que lo importante es que el
niño se encuentre dentro de un contexto rico en posibilidades, variedad y contrastes, que le garanticen
satisfactorias condiciones tanto para su salud y bienestar físico, como para su
desarrollo en las demás áreas.
En estudios adelantados por el Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar y la Universidad de Harvard (EE: UU) se concluyó que la estimulación
temprana consiste en una serie de actividades efectuadas directa o
indirectamente con el niño, desde la más temprana edad posible, dirigidas a
proveerle la mayor cantidad de oportunidades de interacción efectiva y adecuada
con el medio ambiente humano y físico, con el fin último de estimular su pleno
desarrollo.
Es entonces, la
estimulación ambiental, según estos planteamientos, todo lo que rodea al
infante y que provoca en él una respuesta, por ejemplo un sonido, un juguete,
la presencia de una rostro, un olor, un sabor, en fin todo estímulo que pueda
afectar positivamente su conducta. Todas
estas actividades proporcionan al niño experiencias que éste necesita para
desarrollar al máximo su potencial.
Hasta aquí, se aprecia con claridad cómo todas las conceptualizaciones
presentadas, en los apartes anteriores, como soporte de este trabajo, coinciden
en destacar tres aspectos básicos:
·
El manejo del ambiente mediante la aplicación
intencional de ciertas actividades.
·
Que estas actividades tienen el objetivo de
hacer óptimo el desarrollo general del niño, garantizando condiciones satisfactorias
de salud y de bienestar y buscando el desarrollo pleno de sus potencialidades.
·
Y que existe un tiempo ideal para ofrecer
dichas actividades (Se asume, como se ha dejado entrever, que entre más pronto
mejor).
Esbozar lo que expresan algunos autores acerca de la
estimulación temprana es tan solo el principio para comprender el tema
propuesto, pero, se hace evidente la necesidad de analizar el soporte teórico
de este proceso. Pues bien, la
estimulación temprana se ha ido construyendo con los aportes que ha obtenido de
algunas ciencias, con trabajos sobre el tema y con investigaciones que implican
aspectos sociales como la pobreza, la desnutrición, la morbilidad infantil, todos
ellos definitivos en lo que se le puede ofrecer a los niños en estas edades, y
que finalmente señalan la diferencia.
No obstante, no podemos hablar de estimulación temprana como una ciencia
propia. Las ciencias aportan elementos
teóricos básicos sobre el desarrollo físico y mental de los niños; los trabajos
o programas prácticos de estimulación han proporcionado conclusiones
importantes para orientar otros proyectos posteriores; y las investigaciones
sobre aspectos sociales le han dado a la estimulación temprana un marco
referencial que le ha permitido orientar los esfuerzos al servicio de la
comunidad de manera más efectiva.
Así como no existe una teoría propia de la estimulación
temprana, tampoco se cuenta con evaluaciones sistemáticas de los programas
realizados. Se resalta, en todo caso de
manera breve, la importancia del aporte de las ciencias, las conclusiones que
se han obtenido de las experiencias de estimulación y la forma en que ésta se
ve afectada por la falta de evaluaciones.
En general, los programas de estimulación temprana tienen
un fundamento científico que les permite orientar su esfuerzo a la meta
deseada. Este fundamento se encuentra
en diferentes ciencias, tales como la pediatría,
la neuropediatría y la sicología evolutiva, entre otras. El pediatra además de trabajar en salud,
tiene un objetivo educacional: ser capaz
de detectar precozmente en la consulta del niño, desviaciones del desarrollo
capaces de generar en el futuro trastornos en la comunicación y el aprendizaje,
con el fin de orientar y coordinar su adecuado y oportuno manejo por parte de
personal especializado.
El neuropediatra al evaluar el tono muscular, postura,
posición, equilibrio, reflejos incondicionados y condicionados, al igual que
actividades motrices, proporciona datos sobre el estado de maduración del SN
(Sistema Nervioso) y sus características en diferentes edades. De otro lado, en la sicología evolutiva, el
sicólogo infantil, con el conocimiento de las pautas normales del desarrollo
del niño, puede realizar una evaluación biosicosocial, estableciendo
estrategias recuperativas y preventivas, asesorando de paso a otros
profesionales y a la propia familia.
Las investigaciones y experiencias sobre el desarrollo
físico y mental del niño en sus primeros años de vida reafirman la importancia del
ambiente y la importancia de éste en los niños pequeños. Para alcanzar su máximo desarrollo
intelectual y un desarrollo emocional saludable, los niños necesitan un ambiente
estimulante, de aquí se deduce que la inteligencia se va desarrollando y el
niño lo va haciendo desde el momento de nacer o desde antes, incluso. Hay agravantes de consideración para la
implementación de programas de estimulación temprana en los países
latinoamericanos, el más preocupante de ellos es tal vez el nivel de
pobreza. Para el caso de Colombia, la
información que arroja el DANE señala que aproximadamente el 17% de la
población vive en esta condición, subsistiendo, en la mayoría de los casos, con
un salario mínimo, o con un poco menos, que no alcanza para solventar sus
necesidades básicas.
Habría que considerar, de igual forma, que el
nivel de educación de los padres es otro factor preocupante. En la mayoría de los casos desconocen
completamente el proceso de desarrollo de los infantes y el aporte que hacen al
respecto es casi nulo. Bajo estas
condiciones las posibilidades de implementar dichos programas se vislumbraban
muy lejanas, pero la experiencia del ICBF, como punta de lanza del Estado, para dar respuesta
a estas sentidas necesidades con su programa de cero a siempre, ha
cambiado un poco el panorama en este aspecto. No obstante, estrategias
positivas como éstas podrían quedarse cortas si no se complementa este proceso
con la formación escolar en estas edades, y es, en este punto, donde se tienen
que hacer los mayores esfuerzos para conseguir incluir en el proceso educativo
estatal la educación en estos
primeros años.
Tal panorama nos hace volver los ojos a las posibilidades
particulares de cada grupo familiar, de cada hogar, a la labor solitaria de
madres y padres abnegados, en medio de sus condiciones de vida. Tal vez sea
preciso también emprender acciones que busquen la formación de los padres, a
través de campañas educativas, para que desarrollen, gestionen e implementen
estrategias de este tipo. En últimas, el amor hacia los hijos no puede generar
otra cosa distinta que situaciones altamente estimulantes, pero, la realidad de
la sociedad actual, la realidad de la estructura de la familia ha cambiado
enormemente y lo que se observa no es nada alentador, en el sentido de que se
restringen las posibilidades de acompañar de manera efectiva el desarrollo de
los niños desde los primeros años.
La intención implícita en este análisis no tiene otra
ambición distinta que sentar un referente
que pueda ayudar a concientizar a padres y maestros acerca de las inmensas
posibilidades que se tienen cuando se estimulan a los niños durante los
primeros años de vida, como ya ha sido ampliamente sustentado hasta aquí. Pero
se hace más que necesario, señalar o aterrizar algunas ideas que puedan servir
de guía en este proceso de la estimulación temprana, tanto a padres como a
maestros, y más concretamente en lo que corresponde a la formación de niños
lectores; dichas ideas son el aporte personal a este trabajo.
Así las cosas, se parte de la consideración,
entonces, de la importancia de aprovechar
cada espacio de tiempo disponible para jugar con los infantes, para establecer
contacto físico y emocional con los mismos, para acariciarlos, besarlos, hablarles
permanentemente, (preferiblemente de manera correcta pues esto va definiendo
los referentes comunicativos del niño) cantarles y, por supuesto, leerles, incluso desde el vientre materno, en
lo posible todas las noches, ello le ayudará enormemente a ir cimentando la
estructura cognitiva del lenguaje.
La experiencia grata de estimular a mis propias hijas,
permítanme romper el protocolo académico y excúsenme la personalización del
lenguaje, al mejor estilo piagetano (haciendo
seguimiento y reflexión acerca del proceso) permitió evidenciar las bondades de estas acciones en
la consolidación del comportamiento lector y el desarrollo de competencias y
habilidades para la comprensión de lectura, en las mismas; lo que ha motivado
para compartir algunas ideas.
Pero,
¿cómo
se puede lograr que a un niño le guste la lectura, y que además, lo haga con
entusiasmo? Partamos del hecho
de que los niños lectores no nacen, se hacen. (Aunque se pueda nacer con cierta
predisposición genética hacia la misma). Se hacen, como se construyen tantas cosas en
la vida, con la intención de hacerlo, con estímulos adecuados y pertinentes,
con entusiasmo, con pasión, y, ante todo, con mucho amor.
Retomando en este aparte, el criterio del momento en que debe
empezar dicha estimulación; se propone al respecto, que debería iniciar,
contrario a lo expresado ya por algunos autores, desde el vientre mismo,
pues, esa personita que se forma dentro del útero de la madre, si bien no posee
un sistema nervioso y cognitivo maduro, pues está apenas en formación, es capaz,
incluso desde las primeras semanas de gestación, de responder a estímulos, más
de lo que podamos creer. La caricia de la madre o del padre al vientre
desnudo, hablarle con voz suave y en lo posible llamarlo por su nombre,
cantarle canciones o leerle cuentos o poemas, entre otro montón de situaciones
estimulantes, es el primer paso, sin duda alguna, para acercarlo a la lectura,
para formar el gusto, la actitud, el hábito y/o el comportamiento lector; son
éstos estímulos verdaderamente invaluables.
La voz amorosa del padre o de la madre leyendo todas las noches, en lo
posible a la misma hora desde el vientre
y después del nacimiento, es la mejor
manera de empezar a formar un niño lector.
Los resultados que se podrán evidenciar serán más que sorprendentes.
La lectura durante el embarazo debe ir acompañada, en lo
posible, de música suave, preferiblemente clásica o de cuna. Este y otros estímulos, olfativos, incluso de
sabor, proporcionados a través de la madre, más una adecuada alimentación,
descanso suficiente y expresiones permanente de afecto constituyen la primera
etapa en esta tarea para formar niños lectores. Cabe anotar entonces, que es posible estimular todos los sentidos del
bebé en formación (olfato, gusto, tacto, vista y oído) como ha sido demostrado
ya científicamente y continuar posterior al nacimiento con el proceso.
La segunda etapa inicia con el nacimiento, en esta, el
proceso de estimulación no solo debe continuar, sino que incluso debe afianzarse,
en este sentido, debe ser aprovechado al máximo cada espacio tiempo que se
pueda compartir con el bebé, y/o orientar a la persona o personas encargadas de
su cuidado, dado que este sea el caso, si no se dispone de los servicios de
personal profesional para tal fin. El
proceso de estimulación ha de ser integral, debe abarcar todos los sentidos del
bebé y todos los aspectos de su formación (afectivo, cognitivo, comunicativo,
social y motriz). El hábito de leerle por las noches debe continuar. Para este fin, se sugiere, desde luego, hacerlo
en un ambiente adecuado, con buena luz, sosteniendo una pronunciación suave
pero clara y correcta, con la prudencia de no saturar al bebé, ni fastidiarlo; se
debe ser capaz de interpretar sus estados de ánimo y la disposición que
muestren hacia la actividad de lectura.
Un punto importante para señalar es que al bebé se le hable
correctamente y no a media lengua, simulando el balbuceo infantil, ya que esto
envía mensajes distorsionados que pueden
provocar confusiones y retardar la apropiación del lenguaje por parte del niño.
Pero, ¿Qué podría ocasionar que a los niños desde
un principio no les guste la lectura y sean apáticos a esta? Los niños solo tienen una forma natural de
explorar el mundo que les rodea y es a través de la interacción con ese
mundo. Sería absurdo pensar que puedan
reaccionar positivamente ante algo que no conocen, con lo que nunca han
interactuado. De igual forma, quien no ha
recibido estímulos para la lectura, lo más seguro es que reaccione con apatía
hacia la misma en años posteriores.
La lectura se realiza, generalmente, en los libros o en
otros medios. Hoy día abundan herramientas tecnológicas que ofrecen una
variedad de textos multimodales, pero la sugerencia un poco romántica es no
desplazar al libro, ningún otro artefacto podría brindarle al niño las
sensaciones que un libro le brinda. La pregunta que surge es ¿Cuántos
padres hacen lo posible para facilitarles este tipo de material a sus hijos,
desde temprana edad?.
Los bebés y los niños requieren interactuar con los
libros, sin ningún tipo de prevención, tan solo con la intención de que se acerquen
a éstos, para tocarlos, para sentir su textura, para apretarlos, para
abrazarlos, para acariciarlos, para sentirlos, para comenzar a hacerse su
amigo, para acortar la distancia entre él y el libro y para empezar a amarlos. Los libros a futuro, con toda seguridad, dejarán
de ser objetos extraños y lejanos y comenzarán a ser parte habitual de sus
juegos y pasatiempos preferidos.
Es de suma importancia hablarle, al bebé y al niño, con razones
desde siempre, no se debe subvalorar su capacidad, no espere a que sean
adultos para hacerlo ni para escucharlos genuinamente, de eso se trata el
lenguaje, de eso tratan las habilidades de comunicación, Jamás coarte su
creatividad, el costo nunca se puede calcular ni remediar. .
De otro lado, es necesaria la pregunta: ¿Cuántos de los docentes que esperan que los
niños lean son lectores?, ¿se puede inspirar a partir de lo que no se siente,
de lo que no se vive y de lo que no genera pasión?. Las preguntas son solo
una invitación a pensar en lo que se hace como maestro; y sin embargo,
injustamente, siempre se están buscando las culpas en los niños.
Es de gran importancia siempre ver en los pequeñines una
oportunidad para ayudarles a crecer, a ser mejores, a valerse por sí mismos, a
orientarlos en la conquista del mundo que les rodea, a desarrollar su
conocimiento, su lenguaje, sus habilidades para comunicar y comunicarse de
manera asertiva y efectiva. Estimular a los niños desde temprana edad
es más que una buena alternativa para lograr formar personas que manifiesten gusto
por la lectura, lectores de oficio y de
vocación, motivados, empoderados y
creativos. Hablarles, y hablar con
ellos, escucharlos, leerles, jugar, cantarles,
acariciarles, besarles, consentirles, dejarles ser ellos mismos, dejarles ser
lo que son: “niños”, respetando y comprendiendo su espacio y su mundo,
escuchándolos siempre y animándolos permanentemente, pero también corrigiéndolos,
será de gran utilidad en la intención de
formar niños lectores. .
Finalizo
recordando también la importancia que tienen los juegos como una herramienta
que se puede utilizar adecuadamente en el proceso de formación de niños
lectores, el diálogo constructivo y la consolidación del mismo hábito de leer,
sin forzar, sin exigir, sin presionar, antes por el contrario, con gusto, con
entusiasmo, con alegría, como se percibe todo lo que nos hace feliz, recordando
que el primer derecho que tiene todo lector es el de leer cuando se quiere y lo
que se quiere, porque la lectura, como la vida misma no deben ser más que eso, simple
placer y felicidad.
Domingo
Espitia Pantoja
Lorica,
agosto de 2014.
Referencias:
·
SARMIENTO DÍAZ, Inés, (1990). Estimulación
Temprana, Bogotá, 442 p.
·
IV SIMPOSIO DE LOGOPEDIA (MEMORIAS), Enseñar
a hablar y leer, CEPE, S.L., Madrid, 1.995, 444p.
·
Regidor, R.
(2003). Las capacidades del niño: Guía de estimulación temprana de 0 a
8 años. Palabra.
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Para padres y docentes interesados en hacer de sus hijos niños lectores.
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