UNA MUY BREVE MIRADA AL PROBLEMA DE LA EDUCACIÓN
EN COLOMBIA
Por: Domingo Espitia P.
Hablar de educación supone adentrarse a un tema en
demasía complejo y extenso, y en ese sentido, la pretensión de abordar
el análisis de la educación en Colombia en un texto breve pasa de ser ambicioso
a desmesurado, porque se escribirían sin duda tratados enteros sobre el asunto.
Con esta claridad, se deja en evidencia entonces que el objetivo de esta
disertación no es tratar en detalle la dinámica y las distintas variables de la
educación en Colombia, sino simplemente reflexionar acerca de algunos aspectos
importantes que puedan sugerir puntos de vista que enriquezcan el debate. Si al
final, este texto genera más interrogantes que certezas se habrá entonces
cumplido con el cometido.
¿Debe la educación dar respuesta al tipo de
sociedad que tenemos?, o, ¿es a través de la educación como se llega a ese
modelo soñado de sociedad?. En los dos interrogantes podrían encontrarse argumentos
válidos, como también disensos. Y la reflexión sirve para plantear el primer
error que subyace en torno a la educación en Colombia, y es que nos hemos
dedicado a copiar modelos que han sido exitosos en otros países con contextos
(históricos, culturales, sociales, políticos, etc) totalmente distintos a los
nuestros. Es imperativo que seamos capaces de construir, en consecuencia, nuestra propia ruta, con nuestra historia, con
nuestros ensayos de sociedad, con nuestros desaciertos, con nuestro saber, con
nuestras letras y hasta, incluso, con nuestros muertos.
De todos los actores implicados en el proceso
educativo, es el docente quien cumple el papel más determinante, sobre él recae
el encargo significativo que hace la sociedad de formar a sus ciudadanos. Tener
conciencia de ello es tener conciencia de la importancia de este oficio. Pero,
¿cómo asumen nuestros maestros el día a día?, ¿cuáles son sus
motivaciones?, ¿cuál es la percepción que tienen de la labor que realizan?,
¿qué es lo que realmente sucede en la escuela y en las aulas?. Poder entender
la situación de la educación en Colombia implica necesariamente conocer al maestro
colombiano, sus aciertos, sus fortalezas, sus incertidumbres, sus flaquezas.
Hace pocos días conversaba con un docente en una
escuela y decía éste: que el problema de la educación en Colombia y que los
responsables de estar como estábamos era el estado y que no era responsabilidad
en lo absoluto de los docentes, ni de nadie más. Esto me llevó a pensar que si el 50% de los
docentes del país piensan de esta manera no solo se empieza a entender por qué
estamos así, sino que es un hecho que
preocupa sobremanera. El punto crítico por encima de que se evadan abiertamente
las responsabilidades está en que cuando un docente se auto-percibe como un
producto acabado se niega la posibilidad de aprender, o de reaprender o de
trasformar su quehacer.
¿Cómo lograr entonces que los docentes fortalezcan
la conciencia del oficio?, ¿que tengan
sentido autocrítico, que sean capaces de reflexionar a partir de su propia
práctica y de llegar a transformarla si es preciso?. La transformación de la
práctica de aula en Colombia es un reto en el que la nación está dedicando
presupuesto y esfuerzo, como es el caso del Programa para la excelencia docente
y académica, Todos a Aprender, del Ministerio de Educación Nacional, una
apuesta ambiciosa que desde el año 2012 tiene como objetivo lograr el
mejoramiento de la práctica de aula de los docentes de la básica primaria en
los colegios focalizados en el país. Hoy, luego de siete años de trabajo,
habría que comenzar a valorar qué tanto ha sido la trasformación de los docentes
con relación a su práctica y qué tanto impacto
ha tenido este programa en ellos.
Si lo que se propone es que el docente cambie o transforme su práctica
de aula, entonces tendríamos que entender la dinámica del cambio, el cual, como lo plantea Shlomo, se puede definir como pasar de un estado A a
un estado B, donde este estado B es mejor que el anterior. Pero, ¿qué puede
motivar en los docentes este cambio?. Claro es, que nadie cambia porque se le
pida que cambie, esto no funciona de esa manera, pues el cambio tiene que
partir de unas motivaciones internas muy particulares de cada sujeto. Para que
se dé el cambio debe generarse algún tipo de autorreflexión hacia la práctica,
algún tipo de incomodidad con el estado en el que se está, que lleve, de manera consciente, a buscar un
mejoramiento.
El cambio
también obedece a las motivaciones que
tienen los docentes, y en este sentido surge la pregunta: ¿qué motiva a un
docente?, ¿cómo es la motivación de los docentes?, ¿cómo se puede motivar a un
docente?. Muy probablemente no existan muchos estudios sobre esto en Colombia,
en términos generales, a lo sumo quizás algunas investigaciones locales acerca
del tema en colegios de las grandes ciudades. El magisterio colombiano es variopinto, donde
un sinnúmero de variables pueden estar incidiendo en la forma como cada docente
asume su labor, en el grado de motivación hacia la práctica y en la visión
particular que tiene del oficio, a lo que podríamos llamar también como: la
identidad del docente. Entender qué es lo que hace que algunos docentes
den más de lo normal en su día a día en comparación con otros, qué es lo que
hace que sientan mayor pasión por el oficio, qué es lo que los mueve a mejorar
y autoformarse, es comenzar a entender la educación en Colombia.
Tal vez se haga necesario entonces, caracterizar a los docentes del país,
para que a partir de algunas variables, se pueda llegar a resultados que nos
aproximen a la comprensión de los interrogantes planteados. Entender lo que
diferencia a un docente de otro a partir de: el estatuto al que pertenece (2277
– 1278), el tipo de nombramiento que tiene (propiedad – provisionalidad – otro),
su formación, la universidad donde cursó el pre grado, si tiene o no formación
postgradual, si pertenece a la ruralidad o se desempeña en lo urbano, la edad,
la condición social y el nivel de vida, su condición de salud, las condiciones del
lugar donde trabaja, aspectos familiares, personales, emocionales, el salario e incluso su afiliación o no
sindical, o su cosmo visión del mundo y de la vida. Un estudio de semejante tamaño tan solo nos
ofrecerá pistas iniciales en la comprensión de este problema, pues finalmente,
se trata de cuestiones intrínsecas al ser humano lo que le otorga una
individualidad única, en ocasiones difícil de estandarizar.
Si se hiciera el ejercicio titánico de preguntarle
a cada docente del país ¿cómo es su práctica
pedagógica?, ¿qué tipo de modelo
privilegia en su práctica?, muy seguramente, la gran mayoría afirmaría ser constructivista, pero, si de igual forma se revisara esa práctica
se encontraría entonces que es tradicional. Y esta conjetura se explica desde
la poca conciencia que se tiene del oficio y la gran diferencia que existe
entre lo que se piensa y lo que en realidad se hace, entre el discurso y la
práctica. La triste realidad es que en nuestras escuelas impera el modelo
tradicional en las prácticas de aula de los docentes, y es esta una verdad que
hiere susceptibilidades y que nos cuesta asimilar.
El problema de la educación en Colombia también
podríamos mirarlo desde el sistema educativo. Para comenzar, cabe la pregunta:
¿si tenemos un sistema educativo en Colombia?. El sistema educativo se refleja
finamente en la escuela, en su realidad concreta, en su contexto, en su PEI.
¿El sistema educativo debe pensar en la escuela, o desde la escuela se debe
pensar el sistema educativo?. Muchas de las orientaciones y disposiciones que
son fríamente configuradas en los escritorios públicos del ministerio de
educación desconocen esa realidad de la escuela y terminan totalmente
descontextualizadas. Para ser universal, atendiendo, a uno de los fines del
currículo, hay que ser profundamente local, y en este orden de ideas se necesita
que la escuela resuelva sus comunidades, que la escuela sea un escenario de
transformación, dinámico, vivo, un escenario donde se construya el modelo de
sociedad que soñamos, y no un espacio que se limite a la transmisión mecánica
de información.
Se hace urgente, en Colombia, despolitizar el tema de la educación. La
educación no tiene por qué ser un asunto de izquierdas o de derechas o de
centros, no tiene por qué ser apropiada por parte de partidos políticos o
candidatos. La educación es un asunto de todos y esta consideración no admite
disensos. El estado tiene el deber de hacer lo concerniente para avanzar en la
dignificación de la labor docente, que va mucho más allá de tener sueldos
dignos, pues, significa la valoración del maestro y el respeto que se merece
dentro de la sociedad. Claro está, la dignificación del maestro, no se da por
decreto, no lo hace un presidente, es un proceso de la misma sociedad, donde el
maestro está llamado a ser el protagonista principal, en el sentido de auto
dignificarse para ser dignificado y esto termina llevándolo a asumir ese rol
con la altura, el rigor y la pasión correspondiente.
Curiosamente, la educación es un tema donde los
unos le achacan la responsabilidad a los otros, pero pocos hacen autocrítica:
los docentes afirman que los estudiantes son perezosos, que no quieren aprender
y que adicional a ello no tiene el apoyo de los padres de familia; los padres
de familia afirman que la culpa es de los docentes, que no enseñan bien; y el estado señala a
todos los demás de las responsabilidades. No solo es necesaria la autocrítica
de los maestros, es necesaria la autocrítica de todos estos actores, y el
compromiso de todos, en absoluto, pues, la educación, como ya fue mencionado,
es un asunto de todos.
La sociedad, la vida misma, las tecnologías, han
cambiado de manera vertiginosa en los últimos años, y esto, se quiera o no,
termina afectando todo: cambia la manera como nos comunicamos, cambia la manera
como nos percibimos, cambia la manera de obtener la información, cambia la
manera de utilizar esta información y cambia la manera de relacionarnos. La
escuela no puede ir de espaldas a esta realidad, no se puede seguir enseñando
en un aula que fue pensada hace doscientos años. Esto ha planteado también un
reto que muchos maestros eluden, pero que más temprano que tarde se verán en la
necesidad de asimilar y ajustar a su práctica. Y esto implica entender que
hemos pasado de los modelos donde se transmitía información a los modelos donde
la información abunda, y en donde lo pertinente es enseñarles a los estudiantes
a cómo gestionar esa información y a cómo hacer uso efectivo de ella para resolver
los problemas de su entorno, y esta consideración va mucho más allá del debate de si admitir o
no celulares dentro del aula de clase.
Probablemente, en este breve análisis han quedado
por fuera otras variables de la educación colombiana, muchas quizás, como es el
caso de las facultades de educación donde se forman los maestros, las escuelas
normales, el papel de los directivos docentes, de los entes territoriales, etc,
pues como se dijo este es un tema supremamente amplio. Lo planteado sugiere un
simple punto de partida, un cuestionamiento inicial sobre algunos aspectos que
permitan enriquecer el debate.
Domingo G. Espitia Pantoja
Santa Cruz de Lorica, octubre 18 de 2018.
Excelente opinión compañero tenemos un trabajo arduo y enorme por hacer a raíz de todo esto pero todo es posible si contagia a los demás de animo, positivismo y responsabilidad. Saludos!
ResponderEliminarMuchas gracias, colega. Por supuesto, ser educador supone un enorme reto. Abrazos.
ResponderEliminarGracias por leer y comentar.
Muy bien profesor Espita hay que decirle al alumno sepa interpretar un contesto o párrafo de una lectura que es cosa del docente de lenguaje pero que nosotros debemos insistirle para que el pueda desarrollar cualquier problema o situación que se le presente en el proceso de enseñanza aprendizaje
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