jueves, 20 de diciembre de 2018


UNA MUY BREVE MIRADA AL PROBLEMA DE LA EDUCACIÓN EN COLOMBIA


Por: Domingo Espitia P.

Hablar de educación supone adentrarse a un tema en demasía complejo y extenso, y en ese sentido, la pretensión de abordar el análisis de la educación en Colombia en un texto breve pasa de ser ambicioso a desmesurado, porque se escribirían sin duda tratados enteros sobre el asunto. Con esta claridad, se deja en evidencia entonces que el objetivo de esta disertación no es tratar en detalle la dinámica y las distintas variables de la educación en Colombia, sino simplemente reflexionar acerca de algunos aspectos importantes que puedan sugerir puntos de vista que enriquezcan el debate. Si al final, este texto genera más interrogantes que certezas se habrá entonces cumplido con el cometido.


¿Debe la educación dar respuesta al tipo de sociedad que tenemos?, o, ¿es a través de la educación como se llega a ese modelo soñado de sociedad?. En los dos interrogantes podrían encontrarse argumentos válidos, como también disensos. Y la reflexión sirve para plantear el primer error que subyace en torno a la educación en Colombia, y es que nos hemos dedicado a copiar modelos que han sido exitosos en otros países con contextos (históricos, culturales, sociales, políticos, etc) totalmente distintos a los nuestros. Es imperativo que seamos capaces de construir, en consecuencia,  nuestra propia ruta, con nuestra historia, con nuestros ensayos de sociedad, con nuestros desaciertos, con nuestro saber, con nuestras letras y hasta, incluso, con nuestros muertos.

De todos los actores implicados en el proceso educativo, es el docente quien cumple el papel más determinante, sobre él recae el encargo significativo que hace la sociedad de formar a sus ciudadanos. Tener conciencia de ello es tener conciencia de la importancia de este oficio. Pero, ¿cómo asumen nuestros maestros el día a día?, ¿cuáles son sus motivaciones?, ¿cuál es la percepción que tienen de la labor que realizan?, ¿qué es lo que realmente sucede en la escuela y en las aulas?. Poder entender la situación de la educación en Colombia implica necesariamente conocer al maestro colombiano, sus aciertos, sus fortalezas, sus incertidumbres, sus flaquezas.

Hace pocos días conversaba con un docente en una escuela y decía éste: que el problema de la educación en Colombia y que los responsables de estar como estábamos era el estado y que no era responsabilidad en lo absoluto de los docentes, ni de nadie más.  Esto me llevó a pensar que si el 50% de los docentes del país piensan de esta manera no solo se empieza a entender por qué estamos así,  sino que es un hecho que preocupa sobremanera. El punto crítico por encima de que se evadan abiertamente las responsabilidades está en que cuando un docente se auto-percibe como un producto acabado se niega la posibilidad de aprender, o de reaprender o de trasformar su quehacer.

¿Cómo lograr entonces que los docentes fortalezcan la conciencia del  oficio?, ¿que tengan sentido autocrítico, que sean capaces de reflexionar a partir de su propia práctica y de llegar a transformarla si es preciso?. La transformación de la práctica de aula en Colombia es un reto en el que la nación está dedicando presupuesto y esfuerzo, como es el caso del Programa para la excelencia docente y académica, Todos a Aprender, del Ministerio de Educación Nacional, una apuesta ambiciosa que desde el año 2012 tiene como objetivo lograr el mejoramiento de la práctica de aula de los docentes de la básica primaria en los colegios focalizados en el país. Hoy, luego de siete años de trabajo, habría que comenzar a valorar qué tanto ha sido la trasformación de los docentes con relación a su práctica y qué tanto impacto ha tenido este programa en ellos.

Si lo que se propone es que el docente cambie o transforme su práctica de aula, entonces tendríamos que entender la dinámica del cambio, el cual, como lo plantea Shlomo,  se puede definir como pasar de un estado A a un estado B, donde este estado B es mejor que el anterior. Pero, ¿qué puede motivar en los docentes este cambio?. Claro es, que nadie cambia porque se le pida que cambie, esto no funciona de esa manera, pues el cambio tiene que partir de unas motivaciones internas muy particulares de cada sujeto. Para que se dé el cambio debe generarse algún tipo de autorreflexión hacia la práctica, algún tipo de incomodidad con el estado en el que se está,  que lleve, de manera consciente, a buscar un mejoramiento.

El cambio también obedece a las motivaciones que tienen los docentes, y en este sentido surge la pregunta: ¿qué motiva a un docente?, ¿cómo es la motivación de los docentes?, ¿cómo se puede motivar a un docente?. Muy probablemente no existan muchos estudios sobre esto en Colombia, en términos generales, a lo sumo quizás algunas investigaciones locales acerca del tema en colegios de las grandes ciudades.  El magisterio colombiano es variopinto, donde un sinnúmero de variables pueden estar incidiendo en la forma como cada docente asume su labor, en el grado de motivación hacia la práctica y en la visión particular que tiene del oficio, a lo que podríamos llamar también como: la identidad del docente. Entender qué es lo que hace que algunos docentes den más de lo normal en su día a día en comparación con otros, qué es lo que hace que sientan mayor pasión por el oficio, qué es lo que los mueve a mejorar y autoformarse, es comenzar a entender la educación en Colombia.

Tal vez se haga necesario entonces, caracterizar a los docentes del país, para que a partir de algunas variables, se pueda llegar a resultados que nos aproximen a la comprensión de los interrogantes planteados. Entender lo que diferencia a un docente de otro a partir de: el estatuto al que pertenece (2277 – 1278), el tipo de nombramiento que tiene (propiedad – provisionalidad – otro), su formación, la universidad donde cursó el pre grado, si tiene o no formación postgradual, si pertenece a la ruralidad o se desempeña en lo urbano, la edad, la condición social y el nivel de vida, su condición de salud, las condiciones del lugar donde trabaja, aspectos familiares, personales, emocionales,  el salario e incluso su afiliación o no sindical, o su cosmo visión del mundo y de la vida.  Un estudio de semejante tamaño tan solo nos ofrecerá pistas iniciales en la comprensión de este problema, pues finalmente, se trata de cuestiones intrínsecas al ser humano lo que le otorga una individualidad única, en ocasiones difícil de estandarizar.

Si se hiciera el ejercicio titánico de preguntarle a cada docente del país ¿cómo es su práctica pedagógica?, ¿qué tipo de modelo privilegia en su práctica?, muy seguramente, la gran mayoría afirmaría ser constructivistapero, si de igual forma se revisara esa práctica se encontraría entonces que es tradicional. Y esta conjetura se explica desde la poca conciencia que se tiene del oficio y la gran diferencia que existe entre lo que se piensa y lo que en realidad se hace, entre el discurso y la práctica. La triste realidad es que en nuestras escuelas impera el modelo tradicional en las prácticas de aula de los docentes, y es esta una verdad que hiere susceptibilidades y que nos cuesta asimilar.

El problema de la educación en Colombia también podríamos mirarlo desde el sistema educativo. Para comenzar, cabe la pregunta: ¿si tenemos un sistema educativo en Colombia?. El sistema educativo se refleja finamente en la escuela, en su realidad concreta, en su contexto, en su PEI. ¿El sistema educativo debe pensar en la escuela, o desde la escuela se debe pensar el sistema educativo?. Muchas de las orientaciones y disposiciones que son fríamente configuradas en los escritorios públicos del ministerio de educación desconocen esa realidad de la escuela y terminan totalmente descontextualizadas. Para ser universal, atendiendo, a uno de los fines del currículo, hay que ser profundamente local, y en este orden de ideas se necesita que la escuela resuelva sus comunidades, que la escuela sea un escenario de transformación, dinámico, vivo, un escenario donde se construya el modelo de sociedad que soñamos, y no un espacio que se limite a la transmisión mecánica de información.

Se hace urgente, en Colombia,  despolitizar el tema de la educación. La educación no tiene por qué ser un asunto de izquierdas o de derechas o de centros, no tiene por qué ser apropiada por parte de partidos políticos o candidatos. La educación es un asunto de todos y esta consideración no admite disensos. El estado tiene el deber de hacer lo concerniente para avanzar en la dignificación de la labor docente, que va mucho más allá de tener sueldos dignos, pues, significa la valoración del maestro y el respeto que se merece dentro de la sociedad. Claro está, la dignificación del maestro, no se da por decreto, no lo hace un presidente, es un proceso de la misma sociedad, donde el maestro está llamado a ser el protagonista principal, en el sentido de auto dignificarse para ser dignificado y esto termina llevándolo a asumir ese rol con la altura, el rigor y la pasión correspondiente.

Curiosamente, la educación es un tema donde los unos le achacan la responsabilidad a los otros, pero pocos hacen autocrítica: los docentes afirman que los estudiantes son perezosos, que no quieren aprender y que adicional a ello no tiene el apoyo de los padres de familia; los padres de familia afirman que la culpa es de los docentes,  que no enseñan bien; y el estado señala a todos los demás de las responsabilidades. No solo es necesaria la autocrítica de los maestros, es necesaria la autocrítica de todos estos actores, y el compromiso de todos, en absoluto, pues, la educación, como ya fue mencionado, es un asunto de todos.

La sociedad, la vida misma, las tecnologías, han cambiado de manera vertiginosa en los últimos años, y esto, se quiera o no, termina afectando todo: cambia la manera como nos comunicamos, cambia la manera como nos percibimos, cambia la manera de obtener la información, cambia la manera de utilizar esta información y cambia la manera de relacionarnos. La escuela no puede ir de espaldas a esta realidad, no se puede seguir enseñando en un aula que fue pensada hace doscientos años. Esto ha planteado también un reto que muchos maestros eluden, pero que más temprano que tarde se verán en la necesidad de asimilar y ajustar a su práctica. Y esto implica entender que hemos pasado de los modelos donde se transmitía información a los modelos donde la información abunda, y en donde lo pertinente es enseñarles a los estudiantes a cómo gestionar esa información y a cómo hacer uso efectivo de ella para resolver los problemas de su entorno, y esta consideración  va mucho más allá del debate de si admitir o no celulares dentro del aula de clase.


Probablemente, en este breve análisis han quedado por fuera otras variables de la educación colombiana, muchas quizás, como es el caso de las facultades de educación donde se forman los maestros, las escuelas normales, el papel de los directivos docentes, de los entes territoriales, etc, pues como se dijo este es un tema supremamente amplio. Lo planteado sugiere un simple punto de partida, un cuestionamiento inicial sobre algunos aspectos que permitan enriquecer el debate.


Domingo G. Espitia Pantoja
Santa Cruz de Lorica, octubre 18 de 2018.



3 comentarios:

  1. Excelente opinión compañero tenemos un trabajo arduo y enorme por hacer a raíz de todo esto pero todo es posible si contagia a los demás de animo, positivismo y responsabilidad. Saludos!

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, colega. Por supuesto, ser educador supone un enorme reto. Abrazos.
    Gracias por leer y comentar.

    ResponderEliminar
  3. Muy bien profesor Espita hay que decirle al alumno sepa interpretar un contesto o párrafo de una lectura que es cosa del docente de lenguaje pero que nosotros debemos insistirle para que el pueda desarrollar cualquier problema o situación que se le presente en el proceso de enseñanza aprendizaje

    ResponderEliminar